Querido destino:
Inicié mi camino como directora en julio de 2019 con varios problemillas que suelen surgir cuando entras "removiendo la tierra" y poniendo como primer objetivo la transparencia (problemillas de gestión que ahora veo sin importancia).
Llegamos a septiembre con muchísima ilusión y muchas ganas de emprender por y para nuestro colegio, pero nos traes un comienzo de curso complicado por la zona del sureste: la Dana arrasa toda esta zona dejando cientos de destrozos, evacuados y pérdidas personales. Afortunadamente, nuestro cole no sufre daños, pero la preocupación por nuestros vecinos nos pone manos a la obra e intentamos ayudar en lo que pudimos.
Cuando empezamos a comentar que "¡Vaya inicio de curso!", nos traes la mayor de las desgracias que pudimos vivir: la pérdida de nuestro querido alumno Adrián, de 4 años (¿cómo pudiste hacer algo así?). Inexplicable el dolor que nos causaste a todos.
Y saco fuerzas de donde no sabía que tenía y comienzo a hacer llamadas y llamadas para poder conseguir la ayuda que necesitamos. Y nos la dan: la Consejería de Educación nos ayuda con expertos para hacer un intento de sobrellevar el duelo de la mejor forma posible.
Y seguimos y luchamos para que la vida de nuestros alumnos no sufra ningún trauma, dando apoyo a mis maestros para que se encuentren acompañados (que no tristes). Y lloro en casa y me hago la fuerte en el colegio. Y hacemos lo necesario para que la vida del centro vuelva a lo que era (aunque sin Adrián no lo sería nunca...). Y seguimos y avanzamos.
Ponemos por delante todos los objetivos que nos planteamos como nuevo Equipo Directivo y vamos a por ellos. Lo intentamos y retomamos fuerzas.
Proyecto de innovación educativa, Plan de Acción para la Mejora de los Centros Educativos (PAMCE), programas educativos otorgados por la Consejería,... Vamos dando pasitos, mejorando el ambiente de convivencia escolar y sintiéndonos más unidos, aunque siento que la vida me va muy deprisa y que me faltan horas al día para hacer todo lo que me propongo (y todo lo que me viene solo).
Comienza un nuevo inspector en mi zona, una persona competente y de la que estoy aprendiendo mucho, pero que, al mismo tiempo, nos pone "patas arriba" indicándonos aspectos que no se hacen bien. Nos ponemos a mejorarlos. Los tres miembros del equipo directivo tenemos (¿la desgracia?) de ser personas a las que les gustan las cosas bien hechas y nos esforzamos en ello.
Días y días (uno detrás de otro), mañana y tarde, sin parar ni los fines de semana. Pero no me importa, nunca me ha dado miedo echar horas, no me duelen (aunque el cuerpo se resiente).
Mi problema de insomnio vuelve. Día y noche pensando en el colegio. Por primera vez en mi vida se me diagnostica ansiedad. No sabía ni lo que era... Es un término que se utiliza habitualmente, pero no sabía qué se sentía. Empiezo a entenderla: la ansiedad es querer correr demasiado, es ver a tu mente correr más que tu vida y tu cuerpo te avisa de que debes parar. Me empiezo a mirar por dentro y comienzo a entenderme: soy una persona ansiosa por llegar a donde quiero. Quiero ver a mi cole recorriendo ya el camino pensado para él, quiero llegar a ser la maestra con la que sueño, quiero dirigir mi cole de la forma más eficiente, etc. (incluso, a veces "quiero, quiero", pero no sé ni lo que quiero).
Empiezo a trabajarme mentalmente todo esto, pero sin parar ni un momento. Sigo y sigo, con la gran compañía de mi equipo y de nuevo cogemos velocidad. Todo sigue su curso y nos llegan nuevas alegrías.
Se empiezan a dar unos meses en los que el aprendizaje es mayor que en muchos años consecutivos. Aprendo de cada situación: normativa, gestión de centro, interrelaciones, más empatía,...
Y van dándose muchas decisiones importantes, muchos cambios, mucho entusiasmo, muchas ilusiones, muchas propuestas, mucho trabajo,... y llegas, destino, y nos pones delante la mayor crisis sanitaria de la historia moderna.
¿Y qué te puedo decir ya, destino? Que no me da miedo nada, que me espero cualquier cosa, que aquí nos tienes y que no nos rendimos (aunque mis fuerzas actualmente estén debilitadas).
Solo te pregunto algo: ¿cómo será todo a partir de ahora? Espero que todo esto esté sucediendo para que, cuando pisemos la calle, seamos mejores.
Este confinamiento y la organización de un centro a distancia está calando en nosotros, poniéndonos barreras que estamos saltando y muros que estamos derribando. Pero... ¿sabes lo que me preocupa? Que no recuperemos la libertad que antes teníamos. Esa libertad que no apreciábamos como un bien valioso y que ahora todos añoramos. La libertad de salir y moverme por el mundo, de abrazar a aquellos que quiero y de sentirme cercana a "él" (hasta a 8000 km de distancia).
Hacía tiempo que no sentía tanta incertidumbre y no sé cómo tomarme esta situación. No es un momento de parón y de descanso, porque estoy currando todavía más horas de las que echaba antes; no es un momento de reflexión porque la preocupación me invade la mente; no es un momento de afianzar las relaciones familiares, porque me ha pillado sola en casa. No sé... lo tomaré como una bajada de marchas, poco a poco iré bajando de quinta a cuarta, de cuarta a tercera, y así sucesivamente, para quedarme en una marcha con la que poder convivir y que me permita disfrutar de todo (a veces, si vas muy deprisa, te pierdes cosas).
Cuando esto termine solo espero que nada cambie y que todo mejore, al mismo tiempo. Difícil mi incongruencia, ¿verdad? Anhelo la libertad de siempre, pero sin que se nos olvide que la vida es frágil y que no somos invencibles.
7 meses de curso como directora novata, ¿solo 7 meses?
Parecen años y años de aprendizaje.